“La historia de Cuba es muy difícil de escribir porque se teje de muchos pedacitos, la guarda en sí mismo cada hombre que la ha hecho en su día a día y no solo en las grandes hazañas”.
“Con estos viejos hay que andar con las pilas puestas, porque te funden”, dijo e inmediatamente soltó la carcajada. Realmente no hacía falta el comentario, tan solo llegar al punto de concentración para el trabajo voluntario, lo que más resaltaba eran aquellos mozalbetes entusiastas que son todavía los fundadores y antiguos dirigentes dela Uniónde Jóvenes Comunistas (UJC).
No tenga dudas, energía y deseos de hacer les sobran, de qué otro modo, con más de siete décadas algunos, podrían unirse a la empresa de un trabajo voluntario. Pero allí estaban, felices de poder reencontrarse, contando anécdotas de aquellos años de gestación del proceso revolucionario y preguntando por los compañeros ausentes.
Desde hace un tiempo crearon la peña Memoria Viva, para conmemorar el 50 aniversario dela UJCy estar al lado de los “nuevos”. Han recolectado fotos, historias, han viajado buscando a los protagonistas de aquellos años y este domingo fueron los primeros en llegar para la siembra de boniato en el polo productivo dela Yuraguana, junto a dirigentes dela UJCde la provincia y el municipio de Holguín.
“Una raya más pa’l tigre”, jaraneó uno de ellos. Si de algo saben estos eternos jóvenes rebeldes, es de movilizaciones y de agricultura. “Nos íbamos a la caña, al café, a la recogida de algodón…”, cuenta una señora de ojos azules mientras la guagua sigue su camino, convertida en un caos de conversaciones por doquier. Ella también guarda en la memoria el recuerdo de que la vetaran de un trabajo por ser católica: “Yo seguí firme en mis ideas y después trabajé hasta en el Partido del municipio. Y ahora estoy aquí ¿no?”, dice y dibuja una sonrisa pícara.
“Eran otros tiempos”, me cuenta un señor alto de espejuelos que va a mi lado. “Nosotros éramos pocos, la población en su mayoría no pasaba del sexto grado, era más fácil dialogar y además, todo el mundo estaba entusiasmado con la transformación del país. Pero se hicieron barbaridades, es verdad. A veces íbamos a movilizar a alguien y si no quería ir le quitábamos el carné”.
“Hasta si tu mujer te era infiel ponía en riesgo tu militancia”- comenta otro divertido.
“Una vez por poco me quitan el carné por saber bailar rock and roll”- me llega desde otro lugar. La guagua va rodando sobre las anécdotas: unas tristes, otras bien simpáticas. A mí me conmueve que a pesar de los años y de las heridas que sufrieron algunos, no escogieron el resentimiento, sino que están todavía llenos de fe en que trabajaron y trabajan por el bien de los demás.
Ya en el campo, me esfuerzo por no quedarme atrás. No estaría bien que a mis 28 me sentara a descansar, mientras estos viejitos van y vienen risueños por los surcos hechos en la tierra húmeda. Quizá por eso mismo, haciendo alarde de mi edad, cuando terminamos, nos lavamos las manos y tomamos agua; me puse a bailar con uno de mis compañeros, pero ni así les “puse un pie adelante”, que para “echar un pasillo” no hay que ser joven.
“Ustedes tienen que ser mejores”, me dijo uno en el viaje de regreso, en medio del bullicio de las canciones de otro tiempo que comenzamos a compartir. En mi mente van resonando palabras de la jornada y la pregunta de si llegaré a la vejez con tanta vitalidad y nuevos proyectos. Acaso se lo debo a las generaciones que vendrán luego, que pueden precisar de un consejo; después de todo, un árbol nunca crece bien, si no cuida bien sus raíces.
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