El almuerzo transcurría como casi todos los días de nuestra visita: en un ambiente de alegre camaradería con los vietnamitas, quienes son, a mi parecer, excelentes anfitriones.
La conversación se animaba con historias sobre Cuba y por momentos el intenso calor de aquel mediodía de julio hacía pensar que no estábamos al otro lado del mundo, sino en un ranchón bajo la sombra de árboles, a la orilla de cualquier playa de nuestro país.
Yo me disponía a probar –por primera vez– las almejas, cuando aquel hombre se acercó a nuestra mesa visiblemente feliz, con la intención de saludarnos.
«Qué bueno poder conocerlos. Cuba está en nuestro corazón», tradujo para nosotros Américo, mientras el hombre nos daba un fuerte apretón de manos. (más…)