Lo confieso: no tenía mucha fe en este viaje. El Turquino había subido mucho la varilla, solo el hecho de estar en el sitio más alto de Cuba no tiene comparación con nada y, por si fuera poco, ya había muchas bajas en la tropa. A eso habría que sumarle que hasta el último minuto las cosas parecían enmarañadas y que incluso el clima conspiraba contra nuestra pretensión de reunirnos, conocer a nuevos amigos y hacer algo por los Cinco en uno de esos tantos lugares hermosos de nuestra isla.
Con esos temores emprendí el camino. Ese día de la partida había sido de locura, pues en medio de los preparativos para que nada fallara en el trabajo, también tuvimos que buscar una nueva casa de campaña porque la que nos prestaron estaba rota. Casi hasta el último minuto estuvimos recogiendo cosas y bien apretaditos nos fuimos a Cacocum a esperar el tren.
Quizá fue el tren la primera señal de que todo saldría bien: llegó a su hora. Los que han viajado en el tren regular que va de Santiago de Cuba a la Habana, saben la importancia de que llegue a su hora y lo raro que es esto. Nosotros tuvimos esa suerte. Por supuesto, nos tocó lidiar con las pequeñas alimañas que salen durante la noche (me refiero a las cucarachas y los vendedores incansables y gritones), pero fuera de eso fue un buen viaje y justo a las 10:30 nos bajamos en la Terminal de Santa Clara. (más…)