Y sin embargo…

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Decir la verdad y que nadie te crea. Decir la verdad y ser cuestionado, juzgado, sancionado… Mentir para ser considerado normal, «por el bien colectivo», porque hay verdades que duelen o porque se teme a lo nuevo, a lo desconocido, a lo diferente. Matar con la mentira una parte del ser humano que somos. Vivir cómodos en la mentira. Renunciar a buscar la verdad y que esta nos aplaste con su peso…

De todo eso habla La Colmenita, Y sin embargo, son niños.

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Liuba entre locos bajitos

Liuba hechiza. Su voz tiene una dulzura que toca justo ahí, “donde está el motor que mueve la luz”. Tal pareciera que su voz cura, sobre todo esa sed de paz y amor que acumulamos en el desgaste diario.

Liuba nos retorna a la niñez, nos envuelve en su magia y nos hace regresar a las canciones de la abuela o el círculo infantil. No sé qué sensaciones cause en los más pequeños, pero me atrevería a jurar que la ven como uno de ellos, que en cada concierto, como este de hoy en Holguín, la convierten en su amiga, y la invitan a jugar sus juegos favoritos, y le regalan sus mayores fantasías.

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Nostalgias de un congreso en miniatura

Aún me parece que si cierro los ojos y pienso en aquellos días de julio de 1996, quizá vuelva a verme vestida de amarillo y blanco cuando los abra. Tal vez eso me sucede porque después de tanto tiempo todavía puedo sentir la alegría y las cosas buenas que me llegaron junto con la posibilidad de participar en el II Congreso de los pioneros.

La cercana fecha de realización de la quinta cita de los más pequeños en Cuba, me recuerda la primera vez que estuve en la Habana, y cómo la capital del país perdió brillo frente a la excitación de saberme representando a un montón de niños y tener que hablar ante cientos de personas sobre sus opiniones.

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Recuerdos de pañoleta

Siempre termino escribiendo tarde. Las horas se me esconden y cuando vengo a darme cuenta ya han transcurrido varios días entre el momento en que sentí la necesidad de decir algo y el que finalmente escribo. Confieso que soy mejor para vivir las cosas que para contarlas, uno de los motivos por los cuales a veces creo que me confundí de profesión, ese y aquello que escribí alguna vez sobre la vocación. Pero hoy no se trata de eso, y ya he dado demasiadas vueltas tratando de justificar por qué hoy 15 voy a hablar de algo que pasó el 8, en franca violación del principio elemental de la inmediatez.

El viernes pasado volví a ser niña. Vestí con emoción nuevamente el uniforme escolar y fui a recibir mi pañoleta en una plazoleta vestida de sol a las 3 de la tarde, en un octubre ya distante en el tiempo. El trabajo me puso frente a esos recuerdos y volví a sentir la emoción de aquel instante en que casi no me atrevía a moverme porque me parecía que lo profanaba; la sensación de ser grande, de entrar en un mundo anhelado, de pertenecer a algo que me llevaría por el camino de un héroe admirado y querido, a pesar de la corta edad.

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